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Francisca Gata Amate, escritora.

La noche del condenado. Francisca Gata Amate. Ediciones Vitrubio

La noche del condenado. Francisca Gata Amate. Ediciones Vitrubio

http://blogs.hoy.es/libreconlibros/2014/02/05/ser-para-la-muerte/

SER PARA LA MUERTE

2014 FEBRERO 5
por manuelpecellin

Natural de Monesterio, Francisca Gata reside en Albacete, dedicada por completo a la creación literaria, en prosa y verso, con obras que están consolidándola como una voz absolutamente original. Entre sus títulos cabe recordar La celda del mar, El bar de los vagabundos, Fuera del tiempo, El felino dormido, Desterrados, Creación, Cine negro o Despiece de la infancia, obra ésta que recordábamos aquí hace escasos meses. La calidad de su escritura ha sido reconocida con la obtención de premios como el Paul Beckett, Ciega de Manzanares, Felipe Trigo, García Pavón o Ciudad de Ronda.
” La noche del condenado -proclaman acertadamente los editores- es casi un soliloquio entre el poeta y la muerte, la condena como metáfora de una sociedad y de una condición humana. Poesía siempre sutil, confesional y grave, Gata ha vuelto a escribir desde el interior de sí misma con una crudeza y una intensidad sorprendentes”.
En efecto, el libro propone desde la apertura y final del primer poema (“Si no viera la muerte en esos ojos/ Si no fuera un hombre detrás de una lágrima”) una desgarrada memoria sobre la condición humana tal como la autopercibe el sujeto lírico, sin concesiones ni consuelo. Sólo al final de la obra (“Soy yo quien paga con la vida todo el morir/aguardando de Dios la fe de erratas”), se abre una vía a la trascendencia, si no es pura retórica lo escrito.
Porque somos “solo una vida con resultado de muerte”, parafrasea a Heidegger la autora. También lo hace en numerosas momentos al Cernuda que anhelaba únicamente convertirse en piedra sepultada entre ortigas sobre la cual el viento pasee sus insomnios.
Los suyos nos los entrega Gata en estos versos turbadores, de amplio aliento, que a menudo se transforman en versículos prolongados, donde el repique inquietante de las anáforas percute una y otra vez. Al mismo tiempo, el cúmulo de imágenes, tan inesperadas como deslumbrantes, hace de cada poema una epifanía desgarradora.
Términos del mismo campo semántico (, patíbulo, sudario, ataúd, tumba, osario, sepultura, epitafio, crepúsculo, noche, gangrena, lepra, difunto) inducen insistentes a la misma fatal conclusión: “una sombra soy con arrugas de cadáver”.
Con todo, preciso es vivir mientras dure la débil llama que un día se alumbró, apoyándose en la virtud del lenguaje, sin olvidar nunca que “estoy más que perdido si duermo sin palabras”. Es lo que mejor puede darnos la poesía.

Francisca Gata Amate, La noche del condenado. Madrid, Ediciones Vitruvio, 2014

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