Despiece de la infancia. Diputación de Málaga. Poesía.
No conozco más eternidad que la de los campos,
nada tan infinito, en tanto sosiego,
con tanto trino luminoso.
Sólo la mansedumbre del viento,
ya es tesoro.
El secreto que un hombre se llevaría a la tumba,
como los ojos del horizonte o la pulpa de la mañana.
Nací y soy el anómalo habitante de este óleo.
Suspiro en soledad. Siento el hechizo.
Bebo sus aguas, curo mi lepra y demás heridas.
Curo de ausencias y de lo importante.
La intemperie me acoge con sus alas.
Y sé que la tierra es el cielo de las nubes,
de los pájaros, del clamor de los árboles
y de este hombre en andamios
aún indescifrable.
Y el corazón agradece ser la sombra
que todo laberinto se construye.
Sombra y vida.
Girasol que se busca en la transparencia.
Y el corazón me ladra que a sólo un paisaje
pertenezco.
Contengo esos ladridos y soy tan inmortal
como este sueño.
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