Despiece de la infancia. Diputación de Málaga. Poesía.
Delante me llevaba papá en la bici,
el perro corría a nuestro lado para alcanzarnos
o para no perdernos, ladraba y parecía sonreír
y parecía estar iluminado y ser tan sólo
un sueño de la infancia.
Yo reía y papá cantaba en mi oído
y me daba besos y era
como si anduvieran gorriones por mi cara.
Había cesado la lluvia y el sol se decidió a erigir su imperio
calentando el aroma de la tarde.
Muy lejana se veía la casa y muy sola
y muy hermosa rodeada por nuestros árboles
domésticos.
Y a mamá la imaginábamos con flores en los brazos
y con un vestido rojo con más flores.
Pedaleaba papá con la pasión de atragantarse de distancia,
sólo por verlo de cerca, acaso tocarlo,
si eso se pudiera,
si no hubiera una ley tácita de admirar y no tocar,
de admirar y sentirlo muy adentro,
por no destrozar el espejismo.
Y ya muy cerca se detuvo y se detuvo el perro
y ese vértigo del viento sobre el rostro,
de haber hecho un camino entre la hierba húmeda,
de haber hallado el nido y su nacimiento:
es el arco iris, exclamó, y qué poco
ha de durar esta belleza.
Y alcé las manos a lo alto y lo toqué.
Y fue mío.
Y continuó allí como un tatuaje del cielo.
Y no sabía papá si acariciarme a mí, al perro,
al arco iris
o llorar por lo efímero de esa maravilla.
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